Localización:
Sevilla
Fecha:
Fase 1: 2023 | Fase 2: en curso
Equipo:
Estudio Lares
Promotor:
Privado

El Hallazgo

Reforma de oficina de farmacia en edificio protegido de la calle Alhóndiga y en el entorno BIC de Santa Catalina, en Sevilla.

Tras el cambio de titularidad en la Farmacia Santa Catalina en junio del año 2022, se recibe el encargo para la reforma integral del interior y el exterior del local. La farmacia se encuentra en uno de los bajos del número 6 de la calle Alhóndiga en Sevilla, en un edificio con la categoría C de nivel de protección según el planeamiento local, debiendo conservarse su fachada, primera crujía, escalera y tipo de cubierta.

La calle Alhóndiga de Sevilla es una arteria histórica que se extiende en el corazón del centro histórico de la ciudad. Su nombre remonta a tiempos islámicos, cuando la alhóndiga era un almacén o depósito donde se guardaban granos y otros productos básicos. Durante la época musulmana, la Alhóndiga se encontraba en una zona comercial y residencial muy activa. A partir del siglo XIII, la calle mantiene su importancia como centro de comercio y vida urbana debido a su céntrica ubicación dentro de la almendra histórica y a su conexión directa con otras vías principales de la ciudad.

En su entorno más cercano encontramos hitos urbanos relevantes como la Plaza del Cristo de Burgos y la Plaza de la Encarnación, la propia Iglesia de Santa Catalina, el Palacio de Dueñas, el Convento de Santa Inés o el Convento de los Terceros.

La farmacia se encuentra en el estrangulamiento que se genera en la calle Alhóndiga a su paso por la Iglesia de Santa Catalina, a escasos quince metros del eje generado por las calles Almirante Apodaca, Juan de Mesa y Escuelas Pías. Este paso peatonal cuenta con una afluencia diaria notable de personas, en un balance equilibrado entre residentes y turistas.

El local de la farmacia había sufrido numerosas intervenciones inadecuadas que intentaban dar respuesta a problemas funcionales y de salubridad. El espacio se encontraba totalmente cubierto por dos falsos techos superpuestos que reducían la altura libre a 2,30m de altura, generando espacios angostos y bajos. Además, el local se encontraba divido en la primera crujía por mobiliario y tabiquería que desconfiguraban la correcta lectura del edificio y perjudicaban este elemento protegido.

Cuando se recibe el encargo, la farmacia cuenta con problemas internos de distribución, almacenamiento y humedad. Este último, es un problema habitual en los bajos de edificios históricos del centro de la ciudad. La humedad estaba incorrectamente tratada, con numerosas capas de morteros cementosos, pinturas plásticas, láminas de plástico y, por último, revestimientos plásticos de PVC. Esto provocaba un ambiente insalubre y, físicamente, la disgregación de los paramentos estructurales que conforman el edificio.

El edificio posee una estructura habitual en la arquitectura del siglo XIX. Está estructurada por crujías paralelas a fachada formadas por muros de ladrillo macizo y, en el fondo de la parcela, aparecen dos pilares de hierro, uno exento en el centro de la rebotica y otro embutido en la fachada que da acceso al patio interior. El forjado es de viguetas metálicas y bovedillas cerámicas curvas en la primera crujía y, a partir de la segunda crujía, forjado de vigas y viguetas de madera y tablero de madera.

El proyecto interior trata de rescatar los paramentos originales del edificio, sus techos y su espacialidad. Mediante catas en los falsos techos de la primera crujía se detecta la presencia de pinturas originales en las viguetas y bovedillas. La mitad de estas pinturas habían sido tapadas con pintura plástica blanca y la mitad restante se descubre para asombro de la nueva propiedad y los clientes. Además, en uno de los paramentos se conserva un pequeño fragmento de un fresco, también descubierto durante el proceso de la obra.

Se eliminan las sucesivas capas de revestimientos plásticos de las paredes, se pican hasta llegar al material de soporte y se coloca un trasdosado ventilado en todas las zonas secundarias de la farmacia. En el espacio de exposición y venta se aplica mortero de cal natural.

El espacio de mostrador se coloca ahora cobijado en la segunda crujía, donde baja la altura libre a causa de un falso techo que oculta la nueva red de instalaciones. De esta forma, la primera crujía se concibe como un espacio de conexión entre la calle y el interior, donde se disfruta de la altura completa del local y se concentra la mayor parte de la exposición del producto para dar paso, posteriormente, a la zona de atención y mostrador y, finalmente a la rebotica.

El espacio de rebotica se configura totalmente abierto, separado por muebles y cajoneras de almacenamiento y, para el despacho, un paramento de bloques de vidrio. Los ángulos y diagonales visuales desde la zona trasera a la delantera, así como la ubicación de los equipos de recepción de medicamentos y la cajonera de almacenamiento está pensado para el control visual del espacio completo. Además, esto genera una continuidad interior-exterior, que antes era demasiado opaca.